Estaba muy emocional en la otra entrada y ustedes podrán comprender.
Pero esto que pienso escribir tampoco es bonito, ni nada. Por el puro morbo lo contaré. Resulta que un señor que me cae medio mal contó dos anécdotas distintas pero iguales.
Tenía una abuela que era "muy trabajadora, pero muy muy cochina". Se bañaba cada dos o tres meses. Trabajaba vendiendo tostadas en la calle y a veces les tosía encima. Tenía una hórrida técnica para deshacerse de sus gargajos y un día uno le quedó "como de banda presidencial" a un trabajador de gobierno incauto.
Ya llevo varias de esa señora, y eso que dije que nomás dos. Ah, qué señora. Resulta que también vendía enchiladas. Un día, le sacó a una olla todo el mole que pudo y luego mandó llamar a su nietecillo (el señor que me cae medio gordo). —Llévate esta olla rápido para allá, pero rápido. No la abras. —Pero es que se siente como que todavía tiene. —Llévatela, córrele, te estoy diciendo. Y no la abras. Andale, y te compro una chuchería al rato.
Y entonces le hizo caso y se llevó la olla. Luego se aburrió y decidió abrirla. Sí, lo que están pensando: rata muerta.
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La otra es casi igual de asquerosa y es sobre la misma abuela cochis. En esa familia numerosa nunca tenían para un buen caldo. Entonces un buen día llegó de visita el tío. —¿Cómo es que son tantos y nunca han probado un buen caldo? Ahorita mismo vamos por dos kilos de carne y muchas verduras.
Y lo acompañaron como cuatro niños al mercado Felipe Angeles, después llegaron a la casa y se sentaron alrededor de la ollota a esperar. En eso llega la abuela, destapa la olla, tose y se le sale la flema, que cae en el caldo. Ve lo que hizo e intenta sacarlo con la mano, pero sólo se quema y disuelve aún más el pollote en el guiso. Ese día fue un festín para los perros, pero la abuela se quejó: "Ay, hubieran lavado la carne, nomás".
Casos y fotos. Cosas y carnales.
viernes, 18 de noviembre de 2011
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